¿Por qué la victoria de Trump es principalmente la derrota de Harris?

Análisis
Author
Peter Mertens
PVDA-PTB

Donald Trump volverá a ser presidente de Estados Unidos. Su victoria es la de los multimillonarios estadounidenses, que inyectaron cientos de millones de dólares en su campaña. Es también la derrota de un Partido Demócrata que ya no ofrece perspectivas a los jóvenes y a la clase trabajadora. La elección de Trump anuncia una nueva fase de autoritarismo en EEUU y tensiones en todo el mundo. Pero hay esperanza: una nueva generación de activistas está dispuesta a liderar la resistencia.

La victoria de Donald Trump es la victoria del gran negocio. Estados Unidos tiene una larga tradición de multinacionales y ricos que patrocinan la campaña electoral de los candidatos -de ambos bandos- para defender sus intereses una vez elegido su candidato. En esta campaña, 150 multimillonarios gastaron juntos unos 700 millones de dólares para influir en las elecciones. La gran mayoría fue para Donald Trump. Muchos multimillonarios de derechas no sólo pusieron su dinero en la refriega, sino también a los editores de sus grupos mediáticos o a los algoritmos de sus plataformas de redes sociales. Cualquier cosa con tal de que su compañero multimillonario Donald Trump vuelva a la Casa Blanca.


 

Donald Trump es maestro del engaño y la mentira. Lo ha vuelto a demostrar esta campaña. Se presenta como defensor del pueblo estadounidense, pero es el multimillonario que roba al pueblo para dárselo a los ricos. Afirma querer garantizar la paz, pero está preparando una guerra total contra Irán y coqueteando con una guerra global contra China. Está sembrando bulos sobre cómo sus oponentes intentan robar las elecciones, mientras él mismo ya anuncia que gobernará el país como un dictador


 

El programa de Trump está lleno de medidas antisociales, contra los intereses de los trabajadores estadounidenses, pero eso no lo mencionó en absoluto durante la campaña. Recortes fiscales para los más ricos, financiados con fuertes recortes del gasto social para los más vulnerables. Reducción de los controles sociales y de la regulación de las grandes empresas para que no rindan cuentas por nada ni a nadie. Poner freno a los sindicatos y recortar el derecho de huelga y de negociación colectiva. Y una nueva escalada de hostilidades con China, con la esperanza de eliminar a los competidores chinos emergentes por medios brutales.

 

Los demócratas alejaron a los jóvenes y a la clase trabajadora

Al mismo tiempo, Kamala Harris y compañía han fracasado en todos los ámbitos. Los demócratas pierden en los siete estados disputados - los estados en los que ambos partidos están empatados y donde realmente se decide quién gana las elecciones - y también pierden el "voto popular", el número total de votos en todos los estados.

 

Basta echar un vistazo a ese "voto popular" para ver que Trump gana sobre todo porque Harris pierde estrepitosamente. Todavía no se han contado todos los votos, pero parece que Trump obtendrá tantos o incluso algo menos votos en comparación con 2020, cuando perdió frente a Joe Biden... pero los demócratas pierden probablemente más de 10 millones de votantes. El descenso es especialmente acusado entre los jóvenes y en las zonas urbanas. 1 Esto indica un alto nivel de desconfianza en el Partido Demócrata y su incapacidad para movilizar a un amplio sector de la clase trabajadora y la juventud.


Hace cuatro años, Joe Biden consiguió reunir a un número récord de votantes contra Trump. Para ello, tuvo, entre otras cosas, que hacer una serie de promesas electorales como concesión al movimiento en torno a Bernie Sanders, el senador independiente de izquierdas que se había ganado el apoyo de muchos votantes en las primarias. Pero cuando Biden fue presidente, poco se hizo de la justicia económica y el progreso social prometidos.

 

Los cambios fundamentales, como un salario mínimo más alto y una sanidad asequible, no se materializaron. La inflación ha sido alta en los últimos años, por lo cual la vida se encareció rápidamente. La vivienda y los alimentos se encarecieron hasta una cuarta parte. Sin embargo, el crecimiento salarial experimentó un fuerte descenso, especialmente entre los empleos con menores ingresos.2 Por tanto, el poder adquisitivo (economía) fue notablemente la primera preocupación de los votantes. Pero el mensaje de los demócratas era: nuestras políticas están funcionando, la economía va bien. En efecto, la economía crece, pero no todo el mundo se beneficia. Al final, el 90% de los electores descontentos con la situación económica votaron por Trump. Los republicanos también obtuvieron resultados notablemente mejores entre los trabajadores sin diplomas.


 

"No debería sorprendernos que un Partido Demócrata que abandonó a la clase trabajadora sea ahora él mismo abandonado por la clase trabajadora", respondió tajantemente Bernie Sanders. Señala que esta vez no solo muchos trabajadores blancos, sino también muchos latinos y negros votaron a Trump por ese motivo. "Mientras los líderes demócratas defienden el statu quo, el pueblo estadounidense está enfadado y quiere un cambio".


 

Un segundo factor de cambio fue la guerra de Gaza. Biden y Harris concedieron una cantidad récord de ayuda militar a Israel el año pasado, lo que les convierte en cómplices del genocidio.

 

Un movimiento de protesta de proporciones históricas, protagonizado principalmente por jóvenes, no pudo convencer a Harris de que retirara su apoyo incondicional a Israel. En respuesta, los activistas pidieron que ni Trump ni Harris votaran, en el espíritu del movimiento de Vietnam que boicoteó las elecciones en la década de 1960.

 

Ese llamamiento fue ampliamente escuchado, especialmente en estados disputados como Michigan y Wisconsin, donde hay una gran comunidad árabe-estadounidense. En la ciudad de Dearborn, en Michigan, por ejemplo, donde hace cuatro años Biden obtuvo el triple de votos que Trump, Harris queda ahora segundo con sólo el 28%, y la candidata propalestina del Partido Verde, Jill Stein, obtiene resultado sin precedentes sacando el 22%.


 

Trump jugó hábilmente con el hecho de que muchos estadounidenses están hartos de "guerras interminables". Harris, en cambio, no llevaba un mensaje de paz. En su discurso ante la Convención Nacional Demócrata, incluso llegó a decir: "Como comandante en jefe, me aseguraré de que EE.UU. tenga siempre la fuerza de combate más fuerte y letal del mundo".3


 

Kamala Harris no centró su campaña en el discurso del ala izquierda del Partido Demócrata y el de los sindicatos, de los cuales el United Auto Workers (UAW) en particular se ha movilizado fuertemente contra Trump con una clara narrativa de clase.

 

Por el contrario, al igual que Hillary Clinton hace ocho años, se centró de lleno en el centro, con sólo una narrativa en contra de Trump, pero sin ningún mensaje de reclutamiento propio.

 

En las últimas semanas, Harris incluso dio más protagonismo en su campaña a los llamados republicanos "moderados", como Liz Cheney (hija de Dick Cheney, ex ministro y vicepresidente con Bush padre y Bush hijo y corresponsable de dos guerras en Irak), que a políticos de izquierdas como Bernie Sanders o sindicalistas combativos como Shawn Fain, de la UAW.

 

Por eso, las elecciones presidenciales no fueron una elección entre dos programas o dos visiones, sino que limitó la votación a la cuestión de quién debía desempeñar el papel de presidente.


 

Los demócratas han organizado así su propia derrota, con sus políticas neoliberales que no se preocupan por los trabajadores que luchan con su política exterior imperialista y con su campaña que no ofreció ninguna perspectiva de cambio

 

Trump 2.0, una gran amenaza para los derechos democráticos

Trump contaba con el apoyo de los multimillonarios y las grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley y las petroleras de Texas. Quieren someter al gobierno a su control autoritario aún más que antes.

 

Elon Musk, el hombre más rico del mundo y propietario de Tesla (coches), SpaceX (aeroespacial) y X (red social), instaló su propio cuartel general de campaña en el estado clave de la batalla, Pennsylvania, donde, entre otras cosas, repartió dinero a los electores que se registraron para votar a Trump.

 

"El hecho de que precisamente el hombre más rico del planeta se lance a la refriega con tanto fervor empuja naturalmente los límites", escribe Ruud Goossens en De Standaard. "Esta campaña puede calificarse con sin duda como una fiestita plutocrática4. Musk ha transformado por completo su imperio en las redes sociales para ayudar a llevar a Trump al poder."

 

Musk también retransmitió en directo una conversación de varias horas con Trump sobre X, en la que Trump dijo, entre otras cosas, que los trabajadores que hacen la huelga, deberían ser despedidos.


 

Peter Thiel, antiguo socio de Elon Musk en Paypal, financió la campaña del compañero de fórmula de Trump, J.D. Vance. Thiel es uno de los pioneros de la ola de extrema derecha en Silicon Valley. Muchos empresarios de log gigantes tecnológicos han seguido su ejemplo en los pasados meses, pasándose del bando demócrata al republicano.

 

Jeff Bezos, de Amazon, no llegó tan lejos, pero sí ordenó a su periódico The Washington Post que retirara una declaración de apoyo a Kamala Harris.

 

El cambio político en Silicon Valley podría desencadenar muchas cosas. Estos influyentes multimillonarios controlan tecnologías y plataformas estratégicas que, entre otras cosas, determinan cómo nos llegan las noticias.

 

Su principal objetivo es eliminar a los competidores emergentes de China, y para ello cuentan con Trump.

 

Pero Trump también es útil en el ámbito nacional. Peter Thiel dijo hace 15 años que capitalismo y democracia ya no pueden conciliarse. Así que, para asegurar su capital, opta por desmantelar los derechos y la participación. Un líder fuerte, sin las trabas de la separación de poderes o el control democrático, sería mucho más adecuado para servir a oligarcas ricos como el, según Thiel. A través de Trump, pueden tomar medidas drásticas contra los sindicatos, pagar los recortes fiscales para los más ricos mediante fuertes recortes en el gasto social (Musk supervisaría personalmente esto), hacer retroceder la regulación social y las leyes medioambientales, y reducir el escrutinio de posibles casos de anticompetencia o abuso de poder.

 

La derecha estadounidense ya se está preparando para introducir una forma autoritaria de Estado. El grupo de influencia derechista The Heritage Foundation escribió un guión de medidas para el anterior mandato de Trump que se aplicó en dos tercios.

 

Esta vez, el grupo llamó la atención con el llamado Proyecto 2025, un plan para eliminar los contrapoderes democráticos en 180 días y centralizar todo el poder posible en el presidente. El guión incluye una gran purga de las agencias gubernamentales, en la que decenas de miles de funcionarios serían reemplazados por leales partidarios de Trump.

 

Los sindicatos también se verían fuertemente perseguidos e incluso prohibidos en el sector público. Se recurriría al Ministerio de Educación para prohibir las voces de izquierda y socialmente críticas en escuelas y bibliotecas.

 

A su vez, otro guión del mismo grupo, el Proyecto Esther, describe cómo el nuevo gobierno no sólo puede sofocar el movimiento propalestino, sino también aplicar en general formas más duras de represión contra los movimientos de protesta de izquierdas y los sindicatos. 


 

Todo esto tendría lugar en un contexto de ataques sin precedentes contra los derechos de los migrantes, las mujeres y las personas LGBTI+. Mientras que los recortes y los ataques a la democracia afectan a todo el pueblo, los ataques selectivos contra el derecho al aborto o la deportación masiva de trabajadores inmigrantes indocumentados sirven para dividir y enfrentar al pueblo entre sí.

 

Aprovechar el momento para una Europa independiente

El regreso de Trump obliga a Europa a replantearse su posición en el mundo. En efecto, Trump es cualquier cosa menos la paloma de la paz que hace parecer.

 

Sus planes para someter a China son tan radicales y agresivos que está coqueteando con una guerra mundial.

 

Trump se define a sí mismo como el "mejor amigo" de Israel y mantiene desde hace años una estrecha relación con el primer ministro israelí de extrema derecha, Benjamin Netanyahu. Juntos, Trump y Netanyahu pretenden construir una coalición regional contra Irán, liderada por Israel y con el objetivo final de desencadenar una guerra total.

 

A menudo se afirma de Trump que es "pro-Rusia", pero en realidad Trump desea lo mismo que Biden y Harris: que Europa no compre gas natural ruso sino estadounidense y que los países europeos de la OTAN aumenten su gasto militar para contener a Rusia, dejando a EE.UU. libre para centrarse en China.


 

Seguir ciegamente lo que Estados Unidos nos dice que hagamos sólo traería a Europa el declive industrial y una inflación disparada. El acuerdo sobre GNL que Joe Biden negoció con la Unión Europea ya hizo depender a nuestra industria del carísimo y contaminante gas de esquisto estadounidense. Con el programa de subvenciones de la Ley de Reducción de la Inflación, Estados Unidos está comprando a Europa inversiones industriales estratégicas. Y ahora se le puede agregar una guerra comercial de Trump, que ha prometido un arancel del 10% a todas las importaciones de Europa y de hasta el 60% a todas las de China.


 

Al mismo tiempo, con Trump como presidente, la presión sobre los Estados europeos miembros de la OTAN para que asuman todo el coste financiero de la guerra en Ucrania será mucho mayor. Esto deja a Trump libre para incentivar la escalada militar con China, con o sin provocaciones en Taiwán. El comercio mutuo de mercancías entre la UE y China asciende a casi 740 mil millones de euros anuales. Así pues, cualquier conflicto en esta región tendría consecuencias nefastas inmediatas en Europa. Por no hablar del riesgo de una tercera guerra mundial.


 

En los últimos años, los países europeos se han dejado arrastrar a una lógica de guerra fría, en la que Washington siempre emerge como líder de un bloque prooccidental dirigido contra China y, por extensión, contra todos los países emergentes del Sur global. Si Europa sigue en ese camino, el único futuro de que tendrá es el de un socio menor de Estados Unidos, tanto económica como geopolíticamente. "Europa haría mejor en cooperar con las nuevas superpotencias económicas en lugar de ser siempre el hermanito menor de Washington", afirma Peter Mertens en una entrevista sobre su libro Motín. Sólo una posición independiente Europa tendrá la libertad de elegir su propio rumbo. En lugar de encerrarnos en bloques, es mejor entablar una amplia gama de relaciones basadas en el diálogo y la asociación, también con el Sur global, con países de Asia, África y América Latina.


Una Europa no alineada es totalmente diferente del llamamiento a una mayor "autonomía europea" del que se hacen eco aquí y allá los George-Louis Bouchez y Theo Franckens de este mundo (políticos de derecha en Bélgica ndt), que no ocultan su admiración servil por Estados Unidos y que quieren reforzar aún más la alianza entre Europa y Estados Unidos. Cuando el compañero de fórmula de Trump y futuro vicepresidente J.D. Vance dice que "ha llegado el momento de que Europa se valga por sí misma", en realidad quiere decir que Europa debe pagar más para seguir dependiendo de Estados Unidos. De hecho, un mayor gasto militar no garantiza en modo alguno una mayor autonomía mientras Bélgica y otros países europeos permanecen bajo la autoridad militar estadounidense de la OTAN.


 

Llorar no, contraatacar


Hace ocho años, cuando Trump llegó por primera vez al poder, una declaración del legendario líder sindical y cantautor estadounidense Joe Hill se convirtió en el lema no oficial de la resistencia social: "No te lamentes, organízate!", no llores, organízate para luchar. La militancia y la fuerza organizativa de la izquierda estadounidense no han hecho más que crecer desde entonces.


 

En Estados Unidos ha surgido una nueva generación de activistas. Los periódicos los describen como «jóvenes y defensores de los sindicatos». Entre ellos figuran la joven sindicalista Nabretta Hardin, que creó el sindicato en Starbucks, y el carismático Chris Smalls, que hizo lo mismo en Amazon. El año pasado, los trabajadores del automóvil, junto con el sindicato UAW de Shawn Fain, obligaron a las tres grandes empresas automovilísticas GM, Ford y Stellantis a arrodillarse. Hace poco, los trabajadores de Boeing también consiguieron una importante victoria.


Y luego está la valiente generación palestina, que nunca abandonó la lucha, ni por la represión, ni por el chantaje. Su revuelta contra el bipartidismo puede incluso abrir la puerta a una auténtica alternativa de izquierdas en Estados Unidos.

 

4 Plutocracia significa gobierno de los ricos

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