Hay que arrancar la vacuna contra el covid de las manos de las multinacionales

Análisis
Author
Marc Botenga - 9 December 2020
PTB.be

En abril, la Presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, hizo una promesa inesperada pero crucial: la futura vacuna contra el covid-19 sería un bien universal. Desde entonces, no hace más que desdecirse. Una mala noticia para todos.

Esta fue también la filosofía del americano Jonas Salk, a quien debemos la vacuna contra la polio. Insistió en que su vacuna se lanzara al mercado sin patentes, para que todo el mundo pudiera tener acceso a ella. Retomando la famosa fórmula de Salk: "¿Podría el sol ser patentado?" No. Porque todo el mundo necesita la luz del sol. Necesitamos esa mentalidad hoy en día.

El hecho de arrancar la vacuna de las manos de las multinacionales farmacéuticas también presenta otra ventaja. Muchos ciudadanos, pero también médicos, tienen serias dudas acerca de su fiabilidad. Y no estamos hablando de un número relativamente reducido de activistas anti-vacuna, sino de un grupo mucho más grande de personas que tienen dudas comprensibles o preguntas legítimas. Más que una falta de confianza en la ciencia en general o en el médico de cabecera, el escepticismo respecto a las vacunas se explica a menudo por una desconfianza hacia una industria farmacéutica cuya prioridad número uno sigue siendo el beneficio. El secretismo con el que la Comisión Europea mantiene los contratos de varios miles de millones de dólares con estas multinacionales farmacéuticas no favorece esta confianza. Incluso aquella información que no tiene nada que ver con el secreto comercial (como el precio) se oculta con recelo de la opinión pública. Sin embargo, cuando millones de personas deben ser vacunadas, la confianza es algo primordial. El hecho de poner la vacuna bajo control público y dejar claro que nadie se va a beneficiar de ella podría contribuir a fortalecer esta confianza.

La Comisión Europea da marcha atrás

Por eso la promesa hecha en abril por Ursula Von der Leyen era tan importante. Sin embargo, desde entonces, la Comisión Europea no ha hecho más que renegar de su compromiso. En junio, omitió mencionarlo en su Estrategia Europea para las vacunas. Posteriormente, la Comisión ha limitado sistemáticamente su compromiso con las iniciativas internacionales que han surgido para compartir las tecnologías sanitarias a escala mundial. Por ejemplo, no quiso apoyar oficialmente el panel de Acceso Mancomunado a la Tecnología contra el Covid-19 (C-TAP, una iniciativa de la Organización Mundial de la Salud para compartir tratamientos, vacunas, tests y otras tecnologías en la lucha contra el Covid-19). Su participación en CoVax, otro mecanismo internacional concebido para asegurar una distribución mundial equitativa de las vacunas, se ha visto restringida. La prioridad se ha puesto, en cambio, en los contratos bilaterales entre la Comisión Europea y las multinacionales farmacéuticas con el fin de acaparar las futuras existencias para los países industrializados.

“Nuestras vacunas primero.” En septiembre, Oxfam señaló que algunos países ricos ya habían comprado más de la mitad de las vacunas que estaban disponibles. Casi dos tercios de la población mundial tendrían que esperar por lo menos hasta 2022, antes de poder siquiera soñar con una vacuna, y en octubre, la Comisión respondió con cierto cinismo que el compromiso de abril no tenía ningún valor jurídico. En otras palabras, las promesas de solidaridad eran más bien una cortina de humo. Cuando una coalición de 100 países, encabezada por Sudáfrica y la India, propuso suspender las patentes de la vacuna, la Comisión Europea fue aún más allá. Junto con los Estados Unidos, Suiza y varios otros países en los que las principales multinacionales farmacéuticas tienen su sede, bloquearon la iniciativa en la Organización Mundial del Comercio. Una bofetada para todos aquellos que luchan por una protección universal contra el Covid-19, que sea accesible para todos.

Esto fue sin duda lo que empujó a los ciudadanos de unos diez países europeos a lanzar una Iniciativa Ciudadana Europea el pasado 30 de noviembre de 2020. En vista de la influencia del lobby multinacional farmacéutico a nivel europeo, esta iniciativa es más que bienvenida. Y para poder obligar a la Comisión Europea a actuar, tendrá que recoger un millón de firmas en toda Europa. La iniciativa tiene por objeto que las vacunas y los tratamientos contra la pandemia se reconozcan como un bien público mundial, de libre acceso para todos y sin que esta accesibilidad se vea obstaculizada por las patentes. Así pues, los ciudadanos quieren obligar a la Comisión Europea a modificar la legislación europea.

En el Parlamento Europeo, he podido ver el poder que tiene el lobby farmacéutico. Esta es la razón por la que esta iniciativa ciudadana es tan importante y por eso la apoyamos al 100%. Frente al poder de las multinacionales farmacéuticas, necesitamos un movimiento social fuerte en toda Europa. La salud debe estar por encima de los beneficios de las grandes multinacionales farmacéuticas.

Firme la Iniciativa Ciudadana Europea 'Que nadie se beneficie de la pandemia':  https://noprofitonpandemic.eu/es/

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