Europa: Un plan de recuperación histórico con condiciones preocupantes

Análisis
Author
Marc Botenga
PTB.be

Cuatro días después del comienzo de la Cumbre Europea extraordinaria en Bruselas, los líderes de la Unión Europea llegaron a un acuerdo sobre un plan de recuperación "coronavirus". Este plan está diseñado para hacer frente, a escala europea, a la grave crisis económica que se aproxima. Por primera vez en su historia, la Unión Europea lanzará un préstamo colectivo de 750.000 millones de euros. Esto podría suponer un paso importante hacia una mayor solidaridad entre países europeos, pero las condiciones impuestas son llamativas.

Ante la crisis económica y política de la Unión Europea, la Comisión Europea va a pedir préstamos conjuntos. Estos préstamos están garantizados por los Estados Miembros. Es la primera vez que la Comisión pide prestado dinero en los mercados financieros para ponerlo en una caja común europea. También es la primera vez que este dinero, que incluye 390.000 millones que no tendrán que ser devueltos, irá en gran parte a los países que más lo necesitan. Finalmente, es la primera vez que Europa podrá establecer sus propios ingresos fiscales, lo que puede representar un paso hacia una Europa más federal.

Operación rescate de la Unión

"Lo que está en juego aquí es nuestro proyecto europeo", dijo Emmanuel Macron, al llegar a la Cumbre. De hecho, la crisis económica golpeará duramente a los países europeos en los próximos meses. La canciller alemana Angela Merkel y el presidente francés no ocultan su preocupación: sin una respuesta europea fuerte, la propia unidad de la Unión Europea está en peligro.

En varios países, la falta de una respuesta inmediata de la Unión Europea a la crisis del coronavirus provocó la indignación de la población. En abril, en plena crisis, sólo 14 % de los italianos afirmaban apreciar la acción de la Unión Europea.

Además, la crisis económica y social podría ampliar aún más la profunda brecha que ya existe entre países europeos. Frente al impacto de este acontecimiento sin precedentes sobre la economía, no todos los países son realmente iguales. Italia, en particular, tiene enormes dificultades para recuperarse. Y está al borde del colapso financiero. En España, el Producto Interior Bruto (PIB) caerá un 10 %, mientras que en los Países Bajos, la recesión será del 5 %.

Además, los países económicamente más fuertes son los que han podido poner en marcha planes de apoyo. A principios de mayo, más de la mitad de las ayudas estatales eran para empresas alemanas.

Tras doce años de austeridad y una crisis sanitaria en la que faltó la solidaridad europea, la crisis económica ampliará aún más la brecha entre los países si no se hace nada. Esta constatación ha llevado a Alemania a apoyar mecanismos de solidaridad europeos, cuyo establecimiento se había negado a aceptar hasta ahora. De hecho, durante la crisis financiera del 2011, y luego durante la crisis griega del 2015, Alemania se había opuesto firmemente a cualquier mecanismo de bonos europeos.

La posible bancarrota de Italia, que es el tercer pilar económico de la zona del euro, tendría un impacto desastroso en todo el continente. Ante todo en los trabajadores, pero también en las multinacionales europeas. Los estrechos vínculos entre las cuencas industriales del norte de Italia y la industria alemana, socavados durante el confinamiento, reforzó la voluntad de los principales empresarios alemanes de salvar el mercado interior. Las tres federaciones patronales más fuertes (la alemana, la italiana y la francesa) hicieron un llamamiento urgente para una mayor integración europea. Así que no fue una súbita empatía por la población del sur de Europa lo que guió a Merkel y Macron. En realidad, temían dos cosas: por un lado, el impacto económico de una quiebra italiana en el resto del continente; y, por otro, que los italianos y españoles rechazasen la idea misma de la Unión Europea. Esta dinámica pondría en peligro el proyecto de una Unión Europea como potencia económica mundial, capaz de competir con los Estados Unidos y China.

Por eso Macron y Merkel lanzaron la iniciativa de un plan de recuperación de "nueva generación" de 750.000 millones de euros. Esta cantidad se movilizará a lo largo de dos o tres años, y se sumará a los planes de recuperación nacional que ya están surgiendo en todas partes.

Los gobiernos tacaños logran condiciones

Poner en la mesa 750.000 millones de euros para la recuperación en un espíritu colectivo es positivo y contrasta con la tradicional política europea de austeridad y competencia. Además, es una victoria contra las corrientes nacionalistas de derecha que presionan por la ruptura de Europa.

Pero los gobiernos de los llamados países "frugales" o "tacaños", como los Países Bajos del Primer Ministro liberal Mark Rutte, Dinamarca, Suecia, Austria y Finlandia, libraron una verdadera guerra de desgaste contra estos préstamos conjuntos, y contra cualquier forma de solidaridad. En Bélgica, la N-VA (Nueva Alianza flamenca, nacionalista de derecha) estuvo de acuerdo con ellos en la sustancia.

Estos gobiernos de derecha quieren un gran mercado sin solidaridad alguna. La coalición de los tacaños se alió con los ultraconservadores alemanes para obstaculizar los 750 mil millones. ¿Cómo? Tratando de imponer condiciones para su uso.

De esta forma, los países tacaños lograron un mayor control presupuestario. El dinero estará vinculado ante todo al Semestre Europeo y a las prioridades de la Unión Europea. El Semestre Europeo es la herramienta de la Unión Europea para controlar los presupuestos y gastos de los Estados. Gracias a él la Comisión Europea aconsejó 63 veces a los Estados Miembros que recortaran los presupuestos de sanidad en los últimos años. El Semestre Europeo es un instrumento que ha sido utilizado para promover la ola de privatización y liberalización de los servicios públicos.

La coalición antisocial de los tacaños y ultraconservadores no pudo vetar la distribución de los fondos, lo cual es positivo. No obstante, han logrado el principio de un mecanismo de alarma que permite la suspensión de estos fondos durante tres meses. Un país podrá dar la alarma si considera que otro país no está usando "bien" el dinero recibido. Estas condiciones están definidas con bastante precisión. Entre otras cosas, los países deben ajustarse a las recomendaciones de la Comisión Europea. Si un país A quiere recibir fondos para reforzar un determinado servicio público (salud, transporte,...), cualquier país B puede activar el mecanismo de alarma.

Así que pende una espada de Damocles sobre las cabezas de todos los gobiernos, especialmente de aquellos que se quieran apartarse de los caminos conocidos y distanciarse de las políticas neoliberales europeas clásicas. Esto promete amargas batallas sobre el uso de estos fondos en el futuro.

El egoísmo nacionalista contra los trabajadores

La guerra de usura librada por los países frugales también tuvo un impacto negativo en las prioridades del Plan de Recuperación. En el principio, la salud y la investigación ocupaban un lugar importante. Por primera vez, estaba a punto de lanzarse un verdadero programa de salud europeo. En medio de una pandemia, era algo indispensable. Pero, al final, este programa fue completamente eliminado del Plan de recuperación.

Y se ha echado por la borda todo enfoque común y ambicioso: más allá de los stocks conjuntos de equipo de protección, este enfoque común requiere un apoyo real para lograr tratamientos accesibles y un apoyo eficaz a los sistemas de salud. Su abandono es una verdadera afrenta a los héroes del sector sanitario, que siguen en el frente, y que han sufrido la falta de solidaridad europea.

El programa público de investigación se recorta, por su parte, en un tercio. El Programa de Inversiones Industriales (InvestEU) y el Fondo de Transición Justa, diseñado para ayudar a las regiones a enfrentar el cambio climático, se derritieron como nieve al sol.

Cabe señalar, de paso, que esta coalición de países tacaños está formada por tres países con gobiernos de participación socialdemócrata (Países Bajos, Dinamarca y Suecia) y dos gobiernos con participación ecologista (Austria y Finlandia).

El patito feo: el presupuesto de la UE

El paquete de estímulo de 750.000 millones puede ser un pequeño paso hacia una mayor solidaridad y menos nacionalismo. Sin embargo, el presupuesto europeo, negociado al mismo tiempo, es un paso atrás. Es demasiado escaso (1.074.000 millones de euros), llega demasiado tarde. Conlleva demasiados recortes en futuros proyectos de inversión y continene privilegios para los países más ricos.

Al igual que en cualquier país, la Unión Europea tiene un presupuesto con el que paga los gastos, como los Fondos Estructurales Europeos. Aunque el Plan de Recuperación durará dos o tres años y tiene por objeto responder sin demora a la crisis del coronavirus, el presupuesto europeo es un plan a más largo plazo. Se establece para los próximos siete años (2021-2027).

De entre todas las propuestas que estaban sobre la mesa, los líderes de la Unión Europea escogieron la del presupuesto más bajo. Ni siquiera alcanza el 1% del PIB europeo. Está a años luz de las necesidades sociales y climáticas de los europeos. Greta Thunberg denunció la falta de ambición climática de la Unión Europea. Por otro lado, los temas sociales tampoco son prioridad de la Unión...

Los recortes también se aplican a otros presupuestos, como el destinado a la transición ecológica en el sector agrícola. Programas como el fondo social, el de salud o el de transición justa (necesario para asegurar el carácter social de la transición ecológica), también reciben muy poco dinero. Por otro lado, se lanzan dos programas militares.

Sobre el papel, la doble transición (digital y climática) es el núcleo del objetivo de la Unión, algo que en sí mismo es positivo. Sin embargo, al observar las cosas más de cerca, vemos que se trata ante todo de ayudar a las multinacionales europeas a convertirse en "campeonas" en estas áreas. En otras palabras, el dinero de los contribuyentes europeos se utilizará para subvencionar a las grandes empresas europeas para que sean las más competitivas a nivel internacional. Esto incluirá la financiación, con dinero público, de inversiones que el sector privado no haría por sí mismo.

Privilegios para los ricos

Por último, el presupuesto europeo incluye privilegios para los países ricos. Los Países Bajos y sus aliados "frugales" recibien regalos financieros a cambio de su apoyo. Por un lado, podrán hacerse con un gran porcentaje de los derechos de aduana de los productos importados por la Unión Europea en los puertos alemanes, holandeses o belgas. Por otro lado, reducirán sus contribuciones al presupuesto europeo.

Normalmente, cada país contribuye al presupuesto europeo según su fuerza económica, en base a su ingreso nacional bruto. Pero los países económicamente más poderosos han encontrado excusas para no pagar su parte. De hecho, entre 2014 y 2020, Dinamarca, los Países Bajos y Suecia, al igual que Alemania y Austria, se han beneficiado de reducciones en su contribución anual. El nuevo acuerdo europeo aumenta significativamente estas reducciones. La reducción ofrecida a los Países Bajos se triplica hasta los casi 2.000 millones de euros. Alemania, por su parte, se beneficia de una reducción de 3.600 millones al año.

En otras palabras, los países dominantes, que se conceden a sí mismos un derecho de control sobre las políticas de los demás, contribuyen menos al presupuesto en términos relativos, lo que significa que los demás países tienen que contribuir más. Esto es exactamente lo opuesto al principio de solidaridad estructural, que requiere que los hombros más fuertes contribuyan más. Estos regalos a los más ricos son especialmente inapropiados puesto que los Países Bajos son conocidos por ser un paraíso fiscal para las multinacionales. Por ejemplo, empresas italianas como Fiat o Ferrero pueden ubicar su sede en los Países Bajos y evitar pagar impuestos en Italia. Las arcas públicas de Italia, España, Francia y Alemania pierden miles de millones todos los años.

Hacia una lógica social, solidaria y ecológica

El préstamo colectivo del plan de recuperación es una semilla de solidaridad europea. Eso, en sí mismo, es algo positivo. Pero las condiciones asociadas socavan este progreso. En primer lugar, el presupuesto europeo, de más larga duración, se mueve en la dirección opuesta.

Pero sin una verdadera solidaridad, no puede haber ningún futuro social y sostenible para el continente europeo. Sin una verdadera solidaridad, los nacionalismos que dividen a los pueblos tendrán el camino libre. Es hora de darle de verdad la prioridad a la solidaridad y al progreso social.

En lo inmediato, proponemos tres medidas concretas:

  1. Para que el Plan de Recuperación estimule una solidaridad real y un desarrollo más equitativo, es necesaria la abolición definitiva del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y del Pacto Fiscal. Estos dos pactos europeos sacralizan la austeridad y las reformas antisociales. Debemos romper con la lógica antisocial del Semestre Europeo y sus reformas estructurales. Las pensiones y los salarios no son un problema, sino que forman parte de la solución para la salida social a la crisis.
     
  2. La verdadera solidaridad es incompatible con la existencia de paraísos fiscales dentro y fuera de la Unión Europea. Un tipo impositivo real mínimo para las grandes multinacionales dentro de la Unión Europea puede ayudar a resolver este problema. Tenemos que librar una verdadera lucha contra la evasión de impuestos. Esto podría suponer más ingresos aún que el propio Plan de Recuperación. Mediante un impuesto sobre las transacciones financieras a escala europea, también se podría hacer contribuir a los grandes especuladores y financieros.
     
  3. El presupuesto europeo debería utilizarse para reducir rápidamente las desigualdades reforzadas por el mercado interior. Deberíamos tener un megaplan de inversiones públicas en toda Europa, para el clima, la salud y lo social. Centrarse en la competitividad de las empresas europeas significa aumentar la concentración de la producción en determinadas regiones y negarse a tomar en serio la transición climática. Al invertir en los servicios públicos, podemos, por el contrario, garantizar empleos de calidad y asegurar que la transición climática no sea sólo efectiva, sino también social. El dinero inyectado por el Banco Central Europeo debe poder ayudar a los Estados miembros directamente y pasar por los bancos privados. A través de un Fondo para el futuro, este dinero podría facilitar la financiación de los servicios públicos y la transición ecológica.