Diez tesis para la unidad de nuestro país
Algunos de los partidos de la Calle de la Ley* pretenden dividir aún más nuestro país en 2024 y enfrentar a los ciudadanos de Bruselas, Valonia y Flandes. Pero la inmensa mayoría de los belgas están más que hartos de la división de nuestro país y quiere más cooperación, más solidaridad y más unidad.
Lo que nos une nos hace más fuertes; lo que nos divide nos debilita. La clase trabajadora de nuestro país lo sabe desde hace mucho tiempo. Los de Lieja, Gante, Bruselas, Charleroi, Amberes y el resto de regiones, construyeron juntos el movimiento obrero de nuestro pequeño país. Y han construido la riqueza de nuestra sociedad y han hecho posible un sólido sistema de seguridad social.
Juntos estamos construyendo un movimiento por la unidad de nuestro país, contra la amenaza de la división. La división en nuestro país es antisocial, costosa, absurda y brutal. Más unidad es más social, más barata, eficiente y humana. Por eso queremos que el Estado federal vuelva a ser el centro de gravedad de nuestro país.
Nous sommes un. Somos uno.
2024 será un punto de inflexión para nuestro país
2024 es un posible punto de inflexión. Tras las elecciones de ese año, los partidos separatistas quieren dividir nuestro país en dos o tres partes. Una parte creciente de Voka, la organización patronal del norte del país, les anima a hacerlo. Dividir para conquistar mejor, debilitaría a la clase trabajadora de este país y beneficiaría al establishment.
Nuestro país ha sufrido seis reformas del Estado. O más bien deformaciones del Estado, porque su historial es desastroso. Han sido perjudiciales para la política del país. Las instituciones se han vuelto más complejas y derrochadoras. Los gobiernos de Flandes, Valonia y Bruselas no funcionan mejor que el Estado federal. Simplemente todo lleva más tiempo y cuesta más dinero.
Este país suele necesitar decenas de comités de consenso y conferencias interdepartamentales antes de tomar una decisión. Tiene seis gobiernos, con más de cincuenta ministros y secretarios de Estado. Tenemos cuatro Ministros de Movilidad, todos atrapados en atascos. Tenemos cuatro ministros responsables de la lucha contra la pobreza, pero la pobreza infantil aumenta año tras año. Y durante la pandemia de Covid-19, nueve ministros de sanidad se pisaron unos a otros, en lugar de aplicar una política eficaz y centralizada. Es una locura, ¿no?
Las reformas estatales han dado lugar a un federalismo de competencia en el que una región se enfrenta a otra. Sencillamente no funciona. El statu quo no es una opción. Esto puede ir en dos direcciones opuestas.
Una de las direcciones es la de la división del país a partir de 2024, ya sea de forma abrupta o por etapas. Es a lo que aspiran los nacionalistas y separatistas de derechas. Durante cincuenta años han estado empujando al país hacia una creciente división. Para 2024, mantienen dos opciones en reserva:
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o una ruptura directa con un golpe de fuerza de los separatistas y la proclamación de la independencia por parte de un Flandes de extrema derecha;
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o el establecimiento del confederalismo, como último paso antes de la división. En este confederalismo divisorio, todo lo que queda del Estado federal se convierte en una cáscara vacía, sólo con autoridad sobre la deuda nacional, las pensiones, el ejército, los asuntos exteriores, la SNCB (ferrocarriles) y algunas otras empresas públicas. El nacionalista N-VA espera atraer a este escenario al Partido Socialista, que está adoptando una postura cada vez más regionalista, así como a Vooruit (partido social-demócrata flamenco), la CD&V y otros partidos. El confederalismo es el último paso hacia la ruptura total del país, y así fue diseñado por los separatistas.
Pero también puede ir en sentido contrario. La mayoría de los belgas de las tres regiones del país siguen oponiéndose a la división del país. Nosotros, junto con muchos otros, queremos que el país avance en esta otra dirección: hacia más cooperación y unidad, en lugar de más competencia y división. De este modo, pondremos fin a la confrontación, al despilfarro y a la política de "divide y vencerás". Estamos a favor de un federalismo de unidad en nuestro país, social, eficiente, humano y menos costoso. Porque va en interés de la clase trabajadora, de la juventud y de todos los ciudadanos de nuestro país.
Una división nos haría más débiles
El impulsor y financiador de la idea de la división es la agresiva organización patronal flamenca Voka y el banco KBC. Quieren acabar con nuestra sólida seguridad social federal y con los potentes sindicatos y mutuas nacionales, y dividir la seguridad social para construir una "seguridad flamenca" condicionada. Quieren dividir el derecho laboral y los convenios colectivos para reforzar la posición de las grandes empresas. Quieren una "política social propia" totalmente subordinada a la posición competitiva de la nueva élite económica. Quieren sindicatos que aún puedan gritar, pero que ya no puedan morder. Está muy claro: este proyecto separatista sirve para dividir a la clase trabajadora. La ruptura no sólo tiene que ver con la economía -más desregulación, privatización y explotación-, sino también con la ideología, la política y la cultura: pretende tener una clase trabajadora sumisa que se alinee con la visión del mundo de la clase dominante. El Flandes independiente o confederal debe, a sus ojos, convertirse en una región reaccionaria pro-patronal.
Una división antisocial
Todas las organizaciones patronales presionan cada vez más para que se reduzcan aún más las cotizaciones a la seguridad social de nuestros salarios. Esto va de la mano de la privatización de los seguros de salud, la atención a los ancianos y las pensiones. El resultado es que todo el mundo se ve empujado a contratar un seguro privado individual y que las grandes compañías de seguros pueden enriquecerse a costa de los pensionistas, los enfermos y los ancianos.
Con el sistema federal de seguridad social, los empresarios enfrentan una resistencia nacional a su desmantelamiento. Voka quiere dividir la seguridad social para romper esta resistencia y privatizar parcialmente la seguridad social. Esto costaría mucho a la clase trabajadora. En primer lugar, Voka lucha por la separación total de la política sanitaria y la política de empleo (con prestaciones de desempleo). Sabe que una vez que se retiren estas piedras angulares, todo el edificio podría derrumbarse.
Una única seguridad social es más barata que dos o tres pequeñas, porque los costes de gestión y administración se reparten entre un grupo mayor de contribuyentes. La división también rompe la solidaridad entre las diferentes partes del país.
Lo que ha ocurrido con las competencias transferidas a las Regiones demuestra que la política social estructural no es una prioridad. Al contrario. No hay más que ver en las listas de espera para personas con discapacidad o para viviendas sociales.
La solución que proponen los partidos socialdemócratas en las negociaciones de gobierno con los nacionalistas en 2020 -dividir la sanidad y la política de empleo, pero mantener la financiación de la seguridad social a nivel federal- es peligrosa. Porque con políticas diferentes en las regiones, la presión para dividir igualmente la financiación de forma equitativa será inmanejable. Pronto escucharemos la conocida canción de que Flandes "no debe pagar por la mala gestión de los francófonos". No, esto no es una solución. Sólo prepara el camino a un confederalismo de división, precursor de la ruptura del país.
Una división costosa
La división creará un nuevo aparato estatal, con su ejército de políticos y funcionarios, sus leyes y reglamentos. En un pequeño territorio. Todas las economías de escala se perderán, con un país apenas más grande que un guisante en el mapa mundial. Igualmente costoso será un confederalismo divisivo que lleve a transferencias masivas de competencias.
La sexta reforma del Estado lleva diez años en marcha, pero aún no está digerida. Una división directa o un confederalismo de división serán un proceso desesperado que llevará al menos dos generaciones.
Una división absurda y brutal
Es absurdo dividir las fuerzas de justicia y policía en un momento en que la delincuencia es cada vez más compleja e internacional y la coordinación entre los servicios de seguridad ya es difícil. Es absurdo dividir la asistencia sanitaria para combatir enfermedades y pandemias que atraviesan las fronteras lingüísticas sin ningún problema.
Dividir el país es tan poco realista como el confederalismo de división. De hecho, en estos escenarios, no hay una sola solución viable para Bruselas, donde conviven francófonos, neerlandófonos y hablantes de muchas otras lenguas, y donde un cuarto de millón de flamencos y 140 000 valones acuden a trabajar cada día. Bruselas no puede ser dividida, ni cogestionada desde el exterior, a menos que establezcamos un apartheid que nos lleve a un conflicto interminable, a la tensión y, en última instancia, a la violencia.
Tras la división, los separatistas del norte del país quieren imponer una identidad estrecha a las regiones divididas. Una identidad que rechaza a todos los que no encajan en el "canon" flamenco: el emigrante, el valón, pero también el enfermo "pasivo", el desempleado o el pensionista, el artista crítico, el activista comprometido . Una identidad brutalmente impuesta que conduce a la censura y a una forma de estado autoritario.
Más unidad nos hace más fuertes
Nuestro país es una encrucijada en el corazón de Europa: industrial, tecnológica y logística; un país de emigración e inmigración.
Toda cultura se divide entre los que quieren que todo siga igual y los que abogan por la emancipación y el progreso. No existe una cultura única ni una tradición única. Tampoco aquí. No pertenecemos a la "Bélgica de papá", la Bélgica que hacía trabajar a los niños en las minas, la Bélgica de Leopoldo II y de la colonización, de la Société Générale, de la colaboración con el nazismo y de la discriminación, de la maquinación y la corrupción.
Defendemos nuestra propia historia, ya lo dijimos cuando organizamos por primera vez la ManiFiesta en 2010 en Bredene-sur-Mer. Nuestra historia es una historia común de flamencos, valones y bruselenses. ¿Quién fundó los primeros sindicatos? Los trabajadores textiles de Gante y Kortrijk, no los nacionalistas flamencos. ¿Quién aportó el espíritu de lucha al movimiento obrero? Los mineros del Borinage, no los separatistas. ¿Quién formuló las primeras reivindicaciones de la clase trabajadora? Los trabajadores y artesanos de Bruselas, no los regionalistas. Y juntos -los de Gante, el Borinage y Bruselas- crearon el movimiento obrero que hizo realidad la emancipación de las clases trabajadoras y creó nuestra identidad. Fue el movimiento obrero el que impuso la prohibición del trabajo infantil y la prohibición de la jornada laboral de 12 horas. Introdujo las vacaciones pagadas. Construyó la seguridad social ladrillo a ladrillo. Nuestros abuelos consiguieron resultados porque estaban unidos y porque se atrevieron a liderar la lucha.
Hoy, los que echan aceite al fuego dicen que es mejor separarnos. Que hay demasiados problemas. Pero estas afirmaciones provienen de personas ajenas, separatistas profesionales que no han hecho nada en absoluto por la seguridad social. ¿Por qué vamos a dejar ahora que destruyan esta seguridad social?
Para 2024, necesitamos más unidad. Frente a las multinacionales que atraviesan todas las fronteras nacionales, es importante que la clase trabajadora sea internacionalista, y por tanto antinacionalista.
Al reforzar la unidad en Bélgica, estamos construyendo la unidad de la clase trabajadora más allá de las fronteras nacionales. Esta es la perspectiva desde la que combatimos tanto el separatismo como el regionalismo. Al establishment le interesa dividir a la clase trabajadora. En un territorio más pequeño, la clase trabajadora se debilita. En una zona más pequeña, es más difícil que los trabajadores de Lieja, Amberes y Bruselas aprendan y se refuercen mutuamente. Y es más fácil enfrentarlos entre sí, tratar de agitar los prejuicios para que se vuelvan hacia sí mismos. La historia demuestra que quienes están divididos no pueden ganar.
Sólo podremos ganar si conseguimos unir a los trabajadores, aunque procedan de entornos diferentes, aunque hayan crecido en lugares distintos, aunque tengan tradiciones culturales y sociales diferentes. El lenguaje que hablamos no es el del dinero y el frío egoísmo. Es el lenguaje del trabajo y la solidaridad.
Hagamos del Estado federal el centro de gravedad de Bélgica
Queremos evitar que los nacionalistas y regionalistas de ambos lados de la frontera lingüística den pasos decisivos hacia la ruptura. Queremos ir en la otra dirección, con medidas que vayan en contra de la lógica de división de las reformas estatales anteriores.
En nuestro país, el Estado Federal, las Comunidades y las Regiones deciden el uno al lado del otro. Las leyes federales están al mismo nivel que los decretos y ordenanzas de las Regiones o Comunidades. No hay una norma establecida, ni una jerarquía. Como ha demostrado la crisis del coronavirus, esto provoca constantemente obstáculos y bloqueos.
Todo Estado federal que se precie tiene un conjunto de normas, una jerarquía. En Alemania, por ejemplo, el gobierno federal establece el marco para los distintos Länder (regiones). Es más eficiente, menos derrochador y, sobre todo, menos conflictivo. El gobierno federal debe garantizar la igualdad para todos los habitantes. Debe estar facultado para promulgar leyes que garanticen la igualdad de condiciones de vida en todo el país, con igualdad de derechos para todos.
El gobierno federal proporciona el marco y establece las directrices y normas en áreas clave. Esto es esencial para garantizar la coherencia de los grandes planes de inversión pública necesarios para hacer frente a los retos sociales y climáticos y para combatir las desigualdades de desarrollo entre las regiones.
Queremos refederalizar y devolver al ámbito nacional las políticas de salud, clima, movilidad y energía, pero también de economía, empleo, digital e inversión pública. Queremos un sistema de seguridad social federal de pleno derecho. Y una ley de financiación más solidaria.
Para nuestro país, se trata de un cambio fundamental. El centro de gravedad de la decisión política debe volver al nivel federal. La puesta en marcha de esta última y las aplicaciones concretas adaptadas a las realidades sobre el terreno serán llevadas a cabo por las Regiones.
Desde este punto de vista, el derecho del Estado federal debe prevalecer sobre el derecho de las regiones, como en Alemania. Cuando los intereses de las regiones amenacen con bloquear el país, necesitamos un árbitro que pueda desenredar el nudo. Sólo el gobierno federal puede asumir esta tarea.
Esto debe ir acompañado de una simplificación de las estructuras. Queremos delimitar las Regiones en base a los siguientes criterios: relaciones económicas, relaciones sociales y composición de la lengua. Los habitantes obtienen sus derechos por el hecho de vivir en una determinada Región, no por el hecho de pertenecer a una determinada comunidad lingüística.
En nuestro país, carecemos de mecanismos políticos unificadores. Por ejemplo, necesitamos una circunscripción federal para las elecciones nacionales, de modo que los representantes sean elegidos por toda la población, y no sólo por los habitantes de una región. Los ministros del Estado federal actúan para todo el país y son responsables de sus políticas ante todos los votantes del país.
Defefdemos un federalismo de unidad social, eficiente, humano y menos costoso.
Más unidad es más social
El nivel federal es el más adecuado para organizar la redistribución de la riqueza: con una fiscalidad justa, una seguridad social fuerte y unos servicios públicos sólidos. El que divide todo consigue más competencia entre las regiones y un desmantelamiento de lo esencial.
En el ámbito de los seguros, se sabe que los riesgos se cubren mejor cuanto mayor es el grupo de contribuyentes. Lo mismo ocurre con la seguridad social, con las pensiones, el seguro de desempleo, el seguro de enfermedad e invalidez y el seguro de accidentes laborales. Además, la unidad de la seguridad social a nivel federal, con una única administración, ofrece la mejor relación calidad-precio y garantiza el carácter público de este sistema y su financiación.
La mayoría de los impuestos deben ser recaudados a nivel federal. Pero estos ingresos deben ser redistribuidos según los diferentes niveles de poder de acuerdo con una clave de distribución que satisfaga las necesidades. Al igual que en otros países federales, los mecanismos de redistribución deben reducir la brecha entre las regiones más ricas y las más pobres y garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a servicios públicos comparables.
Más unidad es más barato y eficiente
La superficie de Bélgica es menor que la de la mayoría de los Estados federados alemanes. Londres tiene más habitantes que Bélgica y sólo tiene un ayuntamiento y un alcalde. Así que todo podría ser mucho más sencillo y menos costoso de lo que es hoy. Podemos reducir el número de ministros y secretarios de Estado en más de un tercio.
Queremos refederalizar aquellas competencias en las que la regionalización ha demostrado ser un fracaso. Sólo aquellas competencias para las que la regionalización represente realmente un valor añadido en términos de democracia y eficacia serán asumidas por las Regiones.
Bruselas, la capital, está en la encrucijada del país. La ciudad es una región bilingüe en sí misma. Bruselas es parte de la solución. Para los retos que van más allá de la Región de Bruselas, pero que están relacionados con el papel de Bruselas como capital federal, el Estado federal proporcionará las principales directrices. El gobierno federal garantizará la protección de las minorías neerlandófonas y francófonas de la capital y sus alrededores.
Más unidad es más humano
¿Por qué encerrar a la gente en una estrecha identidad flamenca o valona? El carácter multilingüe de nuestro país es una ventaja en la Europa actual. El cruce de influencias latinas y germánicas ha caracterizado a nuestro país y sigue haciéndolo. Es una parte integral de nuestra identidad belga. Esta identidad no puede ser amputada sin empobrecerla. Una amputación es brutal. Defendemos una Bélgica unida y multilingüe con un federalismo de unidad que podría servir de ejemplo para la Europa multilingüe.
*La Calle de la Ley es el lugar donde está ubicada la sede del gobierno federal.