Por qué militarizar la economía europea no salvará nuestra industria

Análisis
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Benjamin Pestieau & Max Vancauwenberge
LAVA MEDIA

Con el plan ReArm Europe, la Comisión quiere inyectar 800.000 millones de euros en la industria armamentística. Hacer de la militarización el motor de la reindustrialización conducirá a la guerra o a la crisis y, en ambos casos, al declive industrial.

Benjamin Pestieau & Max Vancauwenberge - 18. Juni 2025

 

Un mercado insostenible y impulsando guerras permanentes

Cuando tienes hambre, compras comida, te la comes y luego desaparece: por lo que tenemos que producir más para satisfacer el hambre que vendrá. Y así sucesivamente. Necesitamos viajar para trabajar, ver a nuestra familia o irnos de vacaciones. Para ello, utilizamos el transporte público o un vehículo privado. El uso continuado del transporte público o de un vehículo privado los desgasta. Tras un cierto desgaste, estos vehículos necesitan ser reparados o sustituidos. Además de invertir en el desarrollo y mantenimiento de las infraestructuras de transporte y la producción de vehículos. Es el ciclo de vida de un producto lo que garantiza la sostenibilidad de un modelo económico que satisface las necesidades y demandas de la sociedad.

A su vez, la inversión en armamento alimenta un círculo vicioso en el que la paz se convierte en una amenaza para los beneficios. Mientras los conflictos hagan estragos, por ejemplo: con la guerra en Ucrania, el genocidio en Gaza, la ocupación del este del Congo apoyada por Ruanda (con la bendición de la UE); las armas seguirán encontrando un "mercado". Pero si los gobiernos acumulan existencias sin utilizarlas, el mercado se atasca y satura. Para sobrevivir, los fabricantes necesitan que estas armas ardan en el campo de batalla, generando nuevos pedidos.

La militarización de la economía crea así un incentivo estructural para la guerra, reforzado por los grupos de presión industriales. Peor aún, los conflictos sirven incluso de escaparate comercial. Algunas empresas, como las que suministran a Israel, no dudan en presumir de equipos "probados en condiciones reales", convirtiendo las masacres en un argumento de marketing 1

La inversión en armamento alimenta un círculo vicioso en el que la paz se convierte en una amenaza para los beneficios. Las armas necesitan un "mercado".

Estados Unidos es un ejemplo que encarna plenamente esta lógica destructiva. Como único país que ha construido un enorme complejo militar-industrial y, por lo tanto, un fuerte sector industrial basado en el armamento, los Estados Unidos han librado constantemente una guerra tras otra. Así, desde 2001: Estados Unidos ha librado guerras en Afganistán (2001-2021), Irak (2003-2011), Libia (2011), Siria, Yemen, ha apoyado la guerra en Ucrania y la guerra genocida de Israel contra el pueblo palestino. Esta situación de guerra permanente alimenta un sector colosal: En 2024, las exportaciones de armas estadounidenses alcanzaron los 318.700 millones de dólares, un aumento del 29% en un año (Reuters, enero 2025). El propio Departamento de Estado justifica estas cifras por el "reabastecimiento de las reservas enviadas a Ucrania" y la preparación para "futuros conflictos importantes". 2

Contrariamente a la línea oficial, la militarización de la economía no ofrece ninguna protección, sino que aumenta el riesgo de guerra. La historia europea es testigo de ello: Las oleadas de rearme, sobre todo en Alemania en el siglo XX, condujeron a dos guerras mundiales y a un continente en ruinas. Hoy, reproducir este patrón significaría sacrificar cada vez más vidas, destruir sociedades y comunidades para alimentar una industria dispuesta a comérselo todo y cuya supervivencia depende... de nuestra propia inseguridad. Como resume el economista Michael Roberts, el keynesianismo militar sólo puede funcionar en una situación de guerra.3

La ilusión de la recuperación a través del gasto militar

La economía europea ha llegado a un callejón sin salida. Alemania, primera potencia industrial del continente, está en recesión. "Las cadenas de valor o las capacidades de producción existentes en nuestras industrias tradicionales -automóvil, acero, aluminio o productos químicos- pueden encontrar nuevas oportunidades en la reconversión y el suministro de una huella creciente de la base industrial de defensa [TDLR]", afirma la Comisión Europea.4 Pero la esperanza de que la militarización de la economía devuelva al Viejo Continente a la senda del crecimiento probablemente dure poco.

En economía, para comparar el efecto de distintos tipos de inversión, utilizamos lo que se conoce como efecto multiplicador. Este término se refiere al fenómeno por el que un gasto inicial da lugar a una serie de otros gastos, inversiones y actividades económicas. Por ejemplo, cuando se invierte en un parque eólico, la energía producida puede alimentar fábricas, atraer empresas y crear nuevos puestos de trabajo. Invertir en ferrocarriles facilita el comercio y el transporte de mercancías, lo que estimula la actividad económica. La financiación de la investigación y el desarrollo (I+D) puede dar lugar a innovaciones que impulsen el desarrollo industrial. Fabricar una excavadora o un bulldozer ayuda a construir edificios, carreteras o puentes. En comparación, un tanque no produce energía, ni innovación, ni transporte, ni edificios. Moviliza recursos, pero no tiene efectos duraderos en la economía.

Varios estudios recientes han analizado los efectos del gasto militar en la economía. Según el Instituto Kiel para la Economía Mundial, uno de los principales institutos alemanes de investigación económica, este gasto tiene un efecto reducido sobre el crecimiento porque está desconectado de las necesidades de la sociedad, ya sean empresas privadas, el Estado o los/as consumidores/as.5 Como ha señalado recientemente Paul Van Rompuy, economista de la Universidad Católica de Lovaina, el banco de inversiones estadounidense Goldman Sachs ha calculado que el multiplicador del gasto en defensa de la UE en el marco del programa "Rearmar Europa" era de sólo 0,5 al cabo de dos años6

Según el instituto GWS (Gesellschaft für Wirtschaftliche Strukturforschung), pueden generar un cierto dinamismo económico a corto plazo, en el momento de la compra de armas, pero sin ningún impacto significativo a largo plazo.7 El Director General de ArcelorMittal Europa, Geert Van Poelvoorde, resume esta situación con lucidez: "El suministro de acero para defensa no es un problema. 1.000 cisternas representan 30.000 toneladas, lo que equivale a tres días de producción en una sola fábrica. Así que no, la reactivación de la industria de la defensa no significa automáticamente la reactivación de la siderurgia. [TDLR]". 8

No habrá una industria fuerte basada en el gasto militar, al igual que no habrá una industria fuerte sin una energía asequible, ecológica y abundante.

Estos estudios también señalan que incluso estos pequeños efectos positivos dependen de una serie de factores, como la proporción del gasto militar que realmente beneficia a la industria local en lugar de a las importaciones, y la forma en que se financia este gasto, ya sea a costa o no de otras partidas presupuestarias como la infraestructura o los servicios públicos.

En la actualidad, gran parte de los pedidos militares se dirigen a países no pertenecientes a la Unión Europea, principalmente Estados Unidos. Entre junio de 2022 y junio de 2023, el 78% del gasto en adquisiciones militares se destinó a proveedores no europeos, el 63% de ellos a empresas estadounidenses.9 "Solo tenemos unos pocos años para reforzar nuestra posición. Vamos a comprar a cualquiera que pueda producir rápido. Así que no vamos a descartar nada. Sin embargo, después de tres años de guerra en Ucrania, muchos fabricantes europeos aún no han aumentado realmente su capacidad de producción", admite el jefe de la Defensa belga (CHOD), el general Frederik Vansina. Incluso el diario bursátil L'Echo se muestra preocupado: "Un aumento masivo de las compras de equipos 'made in USA' privaría a la economía europea de una importante ganancia inesperada. Y esto sólo prolongaría nuestra dependencia militar hacia Estados Unidos, al tiempo que crearía nuevas limitaciones industriales y tecnológicas".10

Segundo problema: Este gasto militar va acompañado de una vuelta a la austeridad presupuestaria en Europa, en detrimento de las inversiones sociales y en infraestructuras. Carsten Brzeski, Jefe de Macroeconomía Global de ING, advierte: "Habrá un efecto multiplicador negativo si parte del gasto militar se financia con recortes en otros ámbitos. "11 A corto plazo, por tanto, el gasto militar no será un motor económico: Una gran parte de los fondos se destinará al extranjero, mientras que los recortes en gasto social e inversión productiva tendrán un impacto negativo en el crecimiento.

A largo plazo, un estudio de Giorgio d'Agostino, J. Paul Dunne y Luca Pieroni - profesores universitarios especializados en el análisis del gasto militar - demuestran que el gasto militar tiene incluso un efecto negativo significativo y persistente sobre el crecimiento económico. Utilizando datos de 83 países entre 1970 y 2014, los autores concluyen que un aumento sostenido del gasto militar reduce el nivel del PIB per cápita, desviando recursos de inversiones más productivas.12 Incluso la RAND Corporation, el think tank vinculado a las fuerzas armadas estadounidenses, reconoce que la inversión en infraestructuras tiene un efecto multiplicador mayor que el gasto militar.13 Concluye que un aumento de los presupuestos de defensa a costa de las infraestructuras repercutirá negativamente en el crecimiento a largo plazo.14

Y contrariamente a una idea difundida por los belicistas, la industria de defensa no es el motor de empleo que nos quieren hacer creer. Las investigaciones realizadas en Estados Unidos muestran que, para el mismo nivel de gasto, sectores civiles como la sanidad, la educación y las energías limpias generan muchos más puestos de trabajo.15 Un reciente estudio de Greenpeace, Arming Europe (2023), también analizó los efectos económicos del aumento de los presupuestos militares entre 2013 y 2023 en Alemania , Italia y España y llegó exactamente a la misma conclusión para Europa.16

Por ello, el economista Thomas Piketty reclama reorientar las prioridades hacia "el bienestar humano y el desarrollo sostenible", con inversiones masivas en "infraestructuras comunitarias (como la educación, la sanidad, el transporte, energía, clima)".17

El mito de las empresas tecnológicas derivadas

El retraso tecnológico de Europa respecto a Estados Unidos y China es ahora un reto existencial. Esta es la advertencia lanzada por el ex jefe del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, en su informe sobre la competitividad europea: "El cambio tecnológico se acelera rápidamente. (...) La UE se está quedando rezagada en las tecnologías emergentes que estimularán el crecimiento futuro. [TDLR]".18

Un ejemplo típico de este retraso son las baterías, una tecnología clave esencial para la transición industrial. La quiebra de Northvolt es un triste ejemplo de ello. Fundada en 2017 por un antiguo empleado de Tesla, esta start-up sueca pretendía simbolizar el auge industrial europeo de las baterías eléctricas, un sector estratégico dominado en gran medida por Asia. Northvolt se ha beneficiado de una espectacular financiación privada y pública (más de 15.000 millones de euros) y ha puesto en marcha una gigantesca fábrica de baterías en Suecia, aclamada en su momento como modelo de soberanía tecnológica europea. Llegó a emplear hasta 6.500 trabajadores/as. Pero en noviembre de 2024, Northvolt se declaró en quiebra por falta de liquidez, acabando con las ambiciones de la UE y dejando a los contribuyentes europeos con préstamos impagados. Este fiasco pone de manifiesto las carencias estructurales de Europa en materia de innovación industrial. Estas cifras, aparentemente impresionantes, adquieren una nueva dimensión cuando se comparan con las de uno de los gigantes chinos de la industria de las baterías, que cuenta con 25 años de experiencia en este campo y dispone de un equipo de ingeniería de casi 21.000 personas (¡!),  Especializado en la investigación y el desarrollo.19

Actualmente, la Unión Europea va a la zaga en muchos ámbitos tecnológicos, como la tecnología digital avanzada, las tecnologías ecológicas, la conducción autónoma, el 5G y pronto el 6G... Su gasto en investigación y desarrollo es muy inferior al de Estados Unidos y China, y sus esfuerzos están dispersos. El Tribunal de Cuentas Europeo ha publicado recientemente un informe en el que advierte del retraso crítico de Europa en el sector de los microprocesadores. Los microprocesadores, o "chips", están en el corazón de todos los equipos electrónicos, desde los coches a los teléfonos inteligentes, desde los satélites a la inteligencia artificial. La estrategia actual de la Comisión Europea, y se puede añadir también el Tribunal de Cuentas, no bastará para compensar este retraso.20 Unos meses antes, el Tribunal de Cuentas Europeo ya daba la voz de alarma sobre la falta de inversión en inteligencia artificial. [/nota]

Frente a esta constatación, la Comisión Europea intenta tranquilizarnos afirmando que "el aumento de las inversiones en defensa tendría efectos positivos en cadena para el conjunto de la economía, contribuyendo a la competitividad, la creación de empleo y la innovación en numerosos sectores, de la aeronáutica a la construcción naval, de la siderurgia al espacio, de los transportes a la inteligencia artificial. [TDLR]"21 El ejemplo más citado para apoyar esta idea es Internet, presentado como fruto de los programas militares estadounidenses.

Un tanque no produce energía, innovación, transporte ni edificios. Moviliza recursos, pero no tiene efectos duraderos en la economía.

Este razonamiento no se sostiene, y esta estrategia corre el riesgo de rezagarnos aún más tecnológicamente en todos estos ámbitos civiles. En su bestseller, la economista Mariana Mazzucato repasa la génesis de Internet, financiada desde el principio por DARPA, la agencia del Departamento de Defensa estadounidense22. Demuestra que lo decisivo no fue la finalidad militar de las inversiones, sino el papel estratégico desempeñado por el Estado: financiación de la investigación a largo plazo, coordinación entre universidades, empresas y laboratorios en torno a proyectos ambiciosos, independientemente de su rentabilidad inmediata. Evidentemente, si el precursor de Internet nació en un contexto militar, fue gracias a una política pública visionaria, no a la propia lógica militar. Y fue sólo en un marco civil y gracias a la ambición de decenas de miles personas en los equipos de investigación y científicos del Centro Europeo de Investigación Nuclear (CERN) que hicieron circular rápidamente sus descubrimientos científicos que pudo desarrollarse la forma moderna de Internet a principios de los años 90.

Por lo tanto, no hay motivos para creer que sea necesaria una desviación a través de la inversión en investigación militar. Por el contrario, estas desviaciones pueden resultar incluso contraproducentes, ya que el secreto de defensa frena la difusión de innovaciones hacia el uso civil. Sobre todo, un aumento de la financiación militar irá en detrimento de la I+D civil, con un posible impacto negativo en el volumen global de innovación.

Lejos de las ilusiones de beneficios militares, necesitamos un verdadero plan de inversión pública masiva en las tecnologías civiles del futuro, a escala europea. Sin ello, nuestro retraso tecnológico -y la desindustrialización que conlleva- no hará sino agravarse. No podemos malgastar ni un solo euro, ni desviar ni un solo cerebro de las prioridades tecnológicas esenciales, hacia los programas militares.

El gasto militar va en detrimento de la transición energética, industrial y climática

La militarización de nuestra economía tampoco es una respuesta a la crisis que atraviesan los sectores más intensivos en energía, como la siderurgia y la química. Desviará los recursos que deben invertirse en la transición energética. Estos sectores se encuentran atrapados entre el aumento de los costes de la energía y, por diversas razones, el debilitamiento de la demanda industrial. Sin una solución estructural a esta doble presión, todo el futuro industrial del continente está en peligro23

La energía es la base de toda actividad económica. Hace funcionar los trenes, calienta los hogares y alimenta las máquinas que producen los bienes que utilizamos cada día. Sin energía abundante y asequible, no puede haber recuperación industrial. Pero hoy, Europa está atrapada en una dependencia problemática: Gas ruso ayer, gas licuado americano hoy. Esta dependencia es costosa -la energía cuesta entre dos y cuatro veces más en Europa que en Estados Unidos o China24 -, es inestable y fundamentalmente contraria a los imperativos de la transición climática. Romper nuestra dependencia de los combustibles fósiles, caros y contaminantes, exige una inversión masiva en energías renovables.

Para alcanzar sus objetivos en materia de energías renovables, la Unión Europea calcula que necesitará movilizar más de 570.000 millones de euros de inversión al año de aquí a 2030, e incluso 690.000 millones en la década siguiente. Estas sumas colosales deben financiar la producción de energías renovables, las infraestructuras de transporte y almacenamiento de estas energías y la transformación de las redes relacionadas.25 Sin embargo, la inversión se sitúa actualmente en algo más de la mitad de este nivel.26

¿Por qué hay tanta distancia entre las necesidades y la realidad? Según Brett Christophers, economista y profesor de la Universidad de Uppsala, el mercado capitalista es incapaz de afrontar este reto. En su libro, demuestra que las perspectivas de beneficio a corto plazo de las energías renovables son demasiado bajas e inciertas para atraer el capital privado necesario.27 Sin embargo, los planes de la Comisión Europea siguen insistiendo en esta vía: la estrategia sigue centrada en el mercado y en el fondo de comercio de las grandes multinacionales de la energía.

Los grandes fabricantes que consumen mucha energía también se muestran escépticos ante los planes de la Comisión. Aditya Mittal, Consejero Delegado de ArcelorMittal, señala que los costes de la energía dificultan la puesta en marcha de proyectos de descarbonización en Europa: "Sigue siendo esencial abordar el elevado coste de la energía, que hace muy difícil que la industria avance en proyectos de descarbonización a gran escala. [TDLR]".28 Se lamenta Wouter Remeysen, director general de BASF Antwerpen y presidente de la federación química de Essenscia: "Seguimos esperando noticias sobre el principal punto sensible para el sector: los costes energéticos. Aparte de las compras en grupo, no leo mucha información concreta sobre este tema. [TDLR] Aunque es evidente que su objetivo es también aumentar la presión para obtener más ayudas estatales y subvenciones con el fin de aumentar sus beneficios, el problema energético que plantean no es menos real, y las soluciones propuestas por la Comisión son en gran medida insuficientes.

Entre junio de 2022 y junio de 2023, el 63% del gasto en adquisiciones militares se adjudicó a empresas estadounidenses.

A modo de comparación, China habrá invertido más en energías renovables en 2023 que Estados Unidos y la Unión Europea juntos. Y 2023 no es una excepción: En el conjunto de los últimos diez años, China ha invertido sistemáticamente más que ellos.30 "China, históricamente y todavía hoy, es el líder mundial en términos de inversión en energía solar y eólica, tanto en términos de centrales solares y eólicas que producen electricidad de forma renovable como en términos de tecnologías de turbinas y células", explica Brett Christophers. Estos resultados "están (...) lo más alejados posible de la evolución del mercado. No estamos hablando de que el sector privado identifique oportunidades de inversión, evalúe las perspectivas de rentabilidad y decida si invierte o no. - en consecuencia. Se trata de que el Estado (...) movilice todos los recursos necesarios a su alcance para garantizar que cumplirá sus compromisos [TDLR]", prosigue el profesor de la Universidad de Uppsala.

Superar este reto energético es una condición sine qua non para relanzar nuestra industria, reducir nuestra dependencia energética y cumplir nuestros compromisos climáticos. La inversión en infraestructuras energéticas también ofrecería importantes oportunidades a nuestra industria. La transición energética -desde la construcción de capacidades de producción de energías renovables hasta el almacenamiento de energía, pasando por las infraestructuras de transporte y sin olvidar todo lo relacionado con el aislamiento de los edificios- requiere volúmenes considerables de materiales, componentes y tecnologías, lo que abre enormes perspectivas industriales para las industrias siderúrgica y química y el conjunto del tejido industrial.

Un estudio del FMI, que también incluye a varios países europeos, demuestra que la inversión en energías renovables tiene un elevado efecto multiplicador: una inversión equivalente al 1% del PIB conduce a un aumento del PIB total de entre el 1,11% y el 1,54% en los años siguientes, más del doble de un gasto equivalente en armamento. Esta eficiencia se explica, en particular, por el hecho de que las energías renovables generan más empleo local, estimulan más la economía nacional y dependen menos de las importaciones.31

Esto significa alejarse del dogma del mercado y retomar el sector energético para invertir masivamente. Pero cada euro destinado a la industria de defensa es un euro que falta para estas inversiones vitales. No se puede construir una industria sólida a base de gastos militares. Porque no puede haber un continente fuerte sin una base industrial sólida, y no puede haber una industria fuerte sin energía barata, verde y abundante.

Una guerra social contra la clase obrera

En toda Europa, los gobiernos están aumentando generosamente los presupuestos militares. En Bélgica, el llamado gobierno de coalición "Arizona" llegó a un acuerdo en abril para aumentar el presupuesto militar con otros 4.000 millones de euros anuales, con el fin de cumplir el requisito de la OTAN del 2% del PIB. Lo sorprendente es la facilidad con la que de repente se han "encontrado" estos miles de millones, cuando durante años se nos ha dicho que "el presupuesto es ajustado", que "no hay dinero" para pensiones, sanidad, educación o vivienda.

Y esto es sólo el principio. En la cumbre de la OTAN que se celebrará en La Haya en junio, el objetivo sigue siendo aumentar el gasto militar por encima del 2% del PIB. Estados Unidos sitúa la cifra en el 5%, y habla de "un rápido aumento, más del doble [TDLR]". Mark Rutte, Secretario General de la OTAN, fija el listón en "bastante más del 3%, que es realmente el mínimo absoluto". [TDLR]"32 Y aquí en casa, el ministro de Defensa Theo Francken es claro: "Hemos acordado en el seno del Gobierno que también debemos alcanzar este objetivo más ambicioso. [TDLR] » « La única pregunta es la siguiente: Según la OTAN, ¿tendremos que pasar al 3% dentro de cinco años? ¿O el 3,5% en los próximos diez años? [TDLR]"33

Para el mismo nivel de gasto, sectores civiles como la sanidad y la educación generan muchos más puestos de trabajo que la industria de defensa.

La cuestión es "sólo" con qué rapidez debe producirse la inversión militar. Por lo demás, no hay lugar para el debate sobre estas sumas colosales. El 3% del PIB representaría casi 18.000 millones de euros al año para Bélgica. Esta cifra es comparable a la inversión anual adicional necesaria para lograr la transición climática en Bélgica.34

¿Quién pagará la explosión de estos presupuestos? Para el Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, la respuesta parece obvia: "Por término medio, los países europeos gastan hasta una cuarta parte de su renta nacional en pensiones, sanidad y seguridad social. Sólo necesitamos una pequeña cantidad de este dinero para reforzar considerablemente nuestra defensa. [TDLR] »35. Según el economista Geert Peersman, aplicar la norma del 3,5% del PIB al gasto militar supondría recortar las pensiones un 20% en Bélgica.36

El ministro de Defensa, Theo Francken, tiene clara la sociedad hacia la que quiere avanzar: "Durante años nos hemos burlado de los estadounidenses por su pobreza, sus adicciones, su falta de red de seguridad social o el hecho de que tengas que pagar 1.000 dólares para ir al dentista. No queríamos vivir allí porque se gastaban todo el dinero en seguridad dura. Por supuesto, es mucho más agradable gastar dinero en pensiones, desempleo y un sistema sanitario cubano en el que puedes salir de la farmacia con una gran bolsa de medicinas por 13 euros. Pero, ¿quién tiene razón? [TDLR]"37. En Alemania se habla de restringir los derechos sociales, permitir la requisa de personal y aumentar la jornada laboral en los sectores afectados por la militarización38. En Bélgica, la víspera de la huelga del 31 de marzo, el diputado de Vooruit Jinnih Beels publicó un artículo en la revista nacionalista de derechas Doorbraak en el que se oponía a la huelga alegando el peligro de la guerra y la urgencia geopolítica.39

La militarización es una elección brutal de la sociedad y una guerra social emprendida contra la clase trabajadora. Explotando el miedo a la guerra, el gobierno quiere imponer una terapia de choque para romper la seguridad social y someter a la clase trabajadora.

Reindustrializar Europa en lugar de militarizarla

La crisis de la industria europea se explica por unos precios de la energía demasiado elevados, el retraso tecnológico, la debilidad de la demanda y unas multinacionales que se niegan a invertir en la industria del mañana para proteger los dividendos de sus accionistas. La desindustrialización ya está en marcha. Y como hemos visto, la militarización de la economía no va a detener este proceso.

Como ya explicamos en un artículo anterior, "la industria es nuestra": nueve principios para salvar la industria europea40: "Durante varias décadas, la Unión Europea no ha tenido una política industrial proactiva destinada a reforzar los sectores industriales estratégicos. En vez de eso, ha dejado el desarrollo industrial en manos del mercado. Con la Estrategia de Lisboa en la década de 2000, la UE se centró en la competitividad a través del libre comercio, la desregulación del mercado laboral, la privatización y la desregulación. A partir de la década de 2010, el énfasis en la austeridad ha conducido a una década de estancamiento y falta de inversión pública. Europa se ha convertido en una potencia en declive, cada vez más rezagada con respecto a Estados Unidos y ahora superada por China".

La militarización es una elección brutal de la sociedad y una guerra social emprendida contra la clase trabajadora.

Hoy, la Comisión Europea nos lleva de un callejón sin salida a otro: Tras el fracaso del enfoque "todo por el mercado", nos está llevando al enfoque "todo por la guerra". La ruptura con el gas ruso, sustituido por el gas de esquisto estadounidense, mucho más caro, ha sumido a la industria europea en una crisis. La continuación de la guerra y la precipitada carrera hacia la militarización no harán sino empeorar esta situación. Con los planes de militarización de la economía, los precios de las acciones de empresas de defensa como Rheinmetall, Dassault, BAE Systems, Leonardo, Thales y Saab se disparan en las principales bolsas europeas41. Pero, como hemos visto, los beneficios de los comerciantes de armas se obtienen a costa de la clase obrera y sacrifican el desarrollo de nuestra industria.

Militarizar nuestra economía conduce a la guerra o a la crisis, y en ambos casos al declive de la industria. La crisis, porque sin guerra no hay oportunidades sostenibles. La guerra es la única forma de evitar una crisis en el sector. Y, en última instancia, al declive de nuestra industria en su conjunto, ya que el gasto militar se realiza a expensas de otras inversiones estratégicas para nuestra industria.

Es hora de cambiar de rumbo. Reindustrializar Europa en lugar de militarizarla no es sólo una posibilidad: es una necesidad. Esta elección va mucho más allá de la cuestión industrial. Es una elección social. ¿Queremos que los trabajadores y las trabajadoras de Europa construyan paneles solares, turbinas eólicas, viviendas ecológicas y la mayor red ferroviaria de alta velocidad del mundo? ¿O preferimos que fabriquen armas diseñadas para matar y destruir? ¿Queremos invertir el dinero público en salvar el clima, crear empleos útiles, garantizar una sanidad accesible y unas pensiones dignas? ¿O queremos despilfarrarlo en comprar F-35 y ampliar un complejo militar-industrial que sólo prospera en tiempos de guerra?

Esta es la opción fundamental a la que nos enfrentamos hoy, y es radicalmente opuesta a la que la Comisión Europea y el Gobierno de Arizona quieren imponernos. Las inversiones de hoy determinarán el mundo en el que viviremos mañana, y el mundo que dejaremos a nuestros hijos y nuestras hijas.

La industria europea no se salvará por la lógica de la "economía de guerra". Esta estrategia es un espejismo peligroso: Arruinaría las finanzas públicas, no impulsaría la demanda, no compensaría nuestro retraso tecnológico y nuestra desventaja energética, y correría el riesgo de encerrar a Europa en una espiral de conflictos.

Por el contrario, una política industrial a largo plazo, planificada democráticamente con los trabajadores y trabajadoras, puede responder a las emergencias económicas, sociales y climáticas. Este es el camino que debemos seguir si queremos una industria al servicio de las personas, no del beneficio y la guerra.

 

 

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