Europa no necesita su propia versión local de Trump

Análisis
Author
Peter Mertens
ptb.be

Peter Mertens, secretario general del PTB y autor del libro Motín, reacciona al tumultuoso encuentro entre Trump y Zelensky del viernes 28 de febrero, a sus consecuencias para Ucrania y Europa, y al peligro de los llamados a la militarización.

Lo que el presidente estadounidense Trump hizo este viernes con el presidente ucraniano Zelensky suele ocurrir entre bastidores. Ahora, según las palabras de Trump, se ha convertido en "gran televisión". Es la forma en que Estados Unidos ha tratado durante años a los países del Sur Global: como neocolonias que deben dar "gracias" por acuerdos impuestos en los que sus materias primas son saqueadas. No es diferente de la manera en que Trump habla de Panamá, Groenlandia o Gaza, con animaciones repugnantes creadas con inteligencia artificial. Estados Unidos ve el mundo como un gran globo terráqueo lleno de recursos naturales que le pertenecen. Todo esto tiene un nombre: imperialismo. Nunca ha desaparecido; simplemente ahora se muestra desnudo, a plena luz del día, pisoteando el último contrapeso que aún lo contenía: el derecho internacional.

 


 
En política interna, Trump no actúa de manera diferente. Regresa al capitalismo de los robber barons (los "barones ladrones") del siglo XIX: un capitalismo sin contrapoderes, sin sindicatos, sin leyes que protejan el trabajo, con el poder absoluto de decidir sobre el destino de millones de personas, incluso hasta su deportación. Para ganar esta guerra, ha reclutado a Elon Musk y su equipo DOGE.

La actitud serena y controlada de Zelensky frente al presidente más poderoso del mundo inspiró respeto, especialmente en los países del Sur Global, que conocen bien la política de acoso y amenazas de Estados Unidos. Pero eso no nos acerca a la paz. "La guerra imposible de ganar", como escribí en mi libro Motín, ya ha costado la vida de decenas de miles de jóvenes.

En vísperas del encuentro entre Trump y Zelensky, parecía perfilarse un acuerdo. Un acuerdo en el que Trump trasladaba los costos de la guerra a Europa, mientras que Estados Unidos buscaba controlar la extracción de recursos naturales en Ucrania a través de un nuevo "fondo de reconstrucción". Esto demostraba claramente que esta guerra sucia nunca ha estado motivada por grandes valores, sino siempre por la geoestrategia y la voluntad de controlar materias primas y tierras fértiles. La pregunta es: ¿por qué el acuerdo fracasó en el último momento?

Una posibilidad es que Estados Unidos quiera debilitar aún más la posición de Zelensky, humillarlo y, a largo plazo, preparar un cambio de régimen. Es cierto que esto se ha convertido en la marca de fábrica de la política exterior estadounidense en las últimas décadas: fomentar u organizar cambios de régimen donde estos gobiernos no se alinean completamente con los intereses estadounidenses. Este fue el destino de Manuel Noriega en Panamá (1989) y de Saddam Hussein en Irak (2003). Un día, un "gran amigo" recibe todo el apoyo necesario; al siguiente, ese mismo "amigo" es derrocado. El exdiplomático estadounidense Jeffrey Sachs me recordó la semana pasada una cita de Henry Kissinger: "Ser enemigo de Estados Unidos es peligroso, ser su amigo es fatal."

Esto también se aplica al mayor "amigo" de Estados Unidos, la Unión Europea. En septiembre de 2023, escribí en Motín que Europa es la gran perdedora, precisamente porque sigue ciegamente a Washington. "Es una especie de síndrome de Estocolmo", le dije la semana pasada al primer ministro De Wever en el Parlamento Federal belga. "Cuanto más humilla los Estados Unidos a Europa, más se aferra esta a los faldones del Tío Sam."

Nuestro ministro de Defensa, Theo Francken, quiere a toda costa mantener el vínculo privilegiado con Washington, dice inspirarse en el "modelo social" estadounidense, considera completamente normal que Trump quiera anexar Groenlandia y querría encargar aún más cazas F-35 impagables a Estados Unidos.

¿Cuántos golpes necesita Europa para madurar? La recesión de la economía alemana tras las sanciones contra Rusia no fue suficiente. La interferencia de Elon Musk en la campaña electoral en Alemania tampoco. La humillación por parte del vicepresidente estadounidense JD Vance y el ministro de Defensa Pete Hegseth en Múnich, tampoco. La nueva guerra proteccionista de aranceles de Trump, menos aún.

Hoy, el establishment europeo vuelve a entrar en pánico y galopa en la dirección opuesta como un caballo salvaje escapando del establo: ¡necesitamos más armas, más guerra e incluso prepararnos para una nueva guerra mundial! Europa no debe convertirse en un clon de Estados Unidos, no necesita su propia versión local de Trump, sino que debe atreverse a seguir otro camino.

La ministra de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, Kaja Kallas, insiste hoy en continuar y alimentar la guerra sucia en Ucrania con el envío de armas y el envío al combate de jóvenes apenas llegados a la mayoría de edad. Kallas no tiene ninguna legitimidad democrática para hacer tales declaraciones, que solo avivan las llamas. Necesitamos menos belicistas como Kallas y más madurez en Europa para cambiar realmente de rumbo y unir fuerzas con países del Sur Global como Brasil y China, que llevan mucho tiempo trabajando en una solución negociada.

Como escribí en Motín, "esta guerra tiene una cabeza de Jano", es decir, tiene una doble cara. Por un lado, la violación de la integridad territorial de Ucrania, contraria a todo derecho internacional, por la agresión rusa, algo que los países del Sur Global han comprendido bien. Por otro lado, una guerra por delegación entre Estados Unidos y Rusia a expensas de los ucranianos, donde decenas de miles de jóvenes son utilizados como carne de cañón en un conflicto geoestratégico. Washington lo admite hoy sin vergüenza: esta fue una guerra por delegación dirigida y alimentada por Estados Unidos. Pero Trump ahora piensa que fue la guerra equivocada. Que Rusia no es el enemigo estratégico de Estados Unidos y que todos los esfuerzos deben dirigirse a la próxima guerra que están preparando: contra China. Porque Washington ve su hegemonía económica y tecnológica amenazada por China.

El último sofisma de moda es que quien quiere la paz debe prepararse para la guerra. Suena bien, pero en realidad es catastrófico. La historia muestra que cuando la economía se orienta hacia la guerra y las mentes se preparan para la guerra, la guerra también se acerca peligrosamente. Poco a poco, la histeria reemplaza el análisis racional. Cada vez más políticos hablan de guerra y cada vez menos se atreven a hablar de paz. Se deja de reflexionar, se cierran las puertas a soluciones diplomáticas y, de esta manera, se juega con la paz mundial. Europa no tiene futuro como continente en guerra. La militarización se hará a expensas de la industria en Europa, y la estrategia de tensión permanente con nuestros vecinos del Este no nos acercará a la paz.

"Mi experiencia me dice que hay que hablar con el otro bando. No se puede decir: 'no hablamos con el otro bando, ya sabemos lo que piensan'. Necesitamos diplomacia, especialmente en tiempos de tensión." Esto es lo que me dijo Jeffrey Sachs. Europa debe encontrar su propio camino. Rusia no va a desaparecer, no se puede borrar del mapa del mundo. En lugar de encerrarse más en el torbellino de la misma retórica y los mismos tópicos, es hora de que Europa desarrolle una diplomacia adulta e independiente. Una diplomacia que tenga su propia visión sobre el desarrollo industrial en Europa, basada en el respeto del derecho internacional y en relaciones racionales con todas las grandes potencias económicas, ya sean Estados Unidos, China, India, Rusia, Brasil o Sudáfrica. 

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